El asesinato de Ramón Acín, escultor y profesor, es paradigma y símbolo de la represión franquista en Huesca. Por ello, y merecidamente, se le ha reivindicado en innumerables ocasiones. Hace años, tuve la oportunidad de entrevistar a un testigo del traslado del maltrecho Acín, desfigurado por los golpes, hacia la tapia del cementerio donde hallaba la muerte. Insospechadamente, al entrevistado le atormentaba un deber: que no se olvidara que hubo gente que, al paso del camión que trasladaba al moribundo, salió a los balcones a aplaudir.
En la misma línea, también Daniel Jonah Goldhaguen, en su libro Los verdugos voluntarios de Hitler, abordaba un tema hasta entonces tabú aunque innegable: la relativa voluntariedad con que actuaron muchos alemanes en la persecución de los judíos, los beneficios que ésta les conllevó.
Y es que a lo largo de la historia son muchos los que han reflexionado con mayor o menor éxito sobre la naturaleza del mal, mayormente desde una perspectiva religiosa. Al mismo tiempo, sucesivos regímenes represivos basaban su eficacia en la infalible delación entre iguales.
Mirando al momento actual, y evidentemente en un contexto no comparable, las estadísticas apuntan que los casos de mobbing laboral se han duplicado, situando como víctimas al 15% de la población. Lo más llamativo, sin embargo, es que en este caso los verdugos no son mayoritariamente los superiores, sino los propios compañeros. ¿Qué le sucede a una persona que sin nada que ganar abusa de la debilidad, del miedo, del que tiene al lado? ¿En cada contexto de desorden han de aflorar inevitablemente las miserias de nuestra verdadera naturaleza?
Analizada en perspectiva, la civilización tal y como la conocemos ha avanzado a través de normas, códices legislativos y corpus legales que cada vez abarcaban más aspectos de la relación entre humanos. Hemos depositado el poder coercitivo en colectivos especializados para que nos controlaran y nos castigaran en caso de no saber contener nuestros bajos instintos. ¿Somos buenos? ¿Es la bondad la verdadera naturaleza del ser humano? A menudo no lo parece.
Vivimos momentos dramáticos, no sobra decirlo. Atravesamos una encrucijada dramática para nuestra sociedad, y en medio de la misma es siempre fácil caer en autoindulgencias éticas que nos eximan de las consecuencias de nuestros actos. No nos engañemos, seremos responsables ante la memoria, ante nuestro propio futuro, de todas y cada una de nuestras decisiones. Necesitamos, más que nunca, ciudadanos críticos y éticos. Necesitamos responsabilizarnos más que nunca de las actitudes que adoptemos en estos momentos. Ahora, en este contexto, es cuando cada uno de nosotros ha de definirse como ciudadano y, a fin de cuentas, como ser humano.