Elogio de la Cordura I (Daniel Ruelas)

Dice un dicho muy dicho que el que boca tiene, a Roma va. A decir verdad, jamás lo he puesto en duda. Antes bien, creo firmemente que, si se cuenta con objetivos bien claros y un plan que sigue una lógica, es dificil fracasar. Los ejemplos abundan.

Propongo uno, por mera ociosidad. El fútbol mexicano. Permítanme disertar un poco. Yo sé muy bien que durante mucho tiempo fuimos un equipo del montón. Uno de esos al que los equipos buenos – y a veces los no tan buenos – miraban un poco por encima del hombro y con expresión entre enternecida y risueña. Las estadísticas son incontestables. Tardamos bastante en lograr una victoria en una Copa del Mundo, y hasta 1994, jamás pasamos de la fase de grupos en un Mundial celebrado fuera de nuestro país.

Ahora bien: me consta que la fecha 1994 es un parteaguas en la historia de nuestro futbol. De entonces a la fecha, el futbol mexicano, si bien no ha alcanzado status de potencia, goza de un bien ganado prestigio. El representativo nacional despierta simpatía entre los aficionados de otros países, ya porque desarrolla un juego medianamente atractivo, ya por el carisma personal de sus jugadores. Pero hay algo que nos ha costado mucho trabajo y es transformar ese buen juego en algo trascendente. De 1994 en adelante, hemos pasado siempre la fase de grupos en Mundiales, a veces en primer lugar, hemos hecho buenos papeles en torneos continentales y hemos protagonizados partidos realmente emotivos.

Pero, justo es decirlo, siempre nos ha faltado el estirón. Desde 1994 los aficionados mexicanos nos quedamos siempre con un sabor agridulce, viendo como la Selección, después de una aceptable primera fase, acaba siendo superada en octavos, bien por no saber manejar un resultado favorable, bien por no aprovechar la circunstancia de tener enfrente un rival aparentemente asequible. Hasta acuñamos una expresión que ha hecho época, el «ya merito» y nos sumimos en la resignación, a la espera de volver a soñar en la siguiente competencia.

Todo eso cambió recientemente. Porque fuimos, contra todo pronóstico, campeones olímpicos de futbol en Londres. Obviamente, nadie apostaba por nosotros. Había sin duda, nombres de más tradición y más peso. Pero el equipo mexicano lo hizo bien. Con un portero de gran nivel, una defensa ordenada, una media correosa y una delantera versatil, superó con claridad a cuanto rival se le puso enfrente.

Mucho se ha dicho que esta Selección fue diferente. Y quizá quienes lo afirman tengan razón. Fue diferente porque, desde mi punto de vista, sabía a lo que jugaba y para qué jugaba. Se sentíz y se identificaba como equipo y como equipo trabajó en pos de una ambición. Se supo erigir como un conjunto sin fisuras que nunca bajó su nivel de juego y que, en los pocos momentos de agobio, supo enderezar el rumbo e imponer su ley. Por eso, digo yo, hay que estar orgulloso. Por eso hay que elogiar la cordura que mostró este equipo, frente a tanto disparate que domina otros aspectos de nuestra realidad. Felicidades, muchachos.

 

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